Se acercaba al cristal con los ojos muy abiertos, viendose a si misma con los ojos de el, besando sus propios labios con un beso frio y duro, que ella imaginaba caliente, como boca de hombre. Sentia la superficie de el espejo contra su pecho y se le erizaban las diminutas cerezas de los senos, provocandole un dolor sordo que le recorria asi abojo y se instalaba en un punto preciso entre las piernas. buscaba ese dolor una y otra vez.
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